Moira Alessandro
Los
incendios forestales son frecuentes
especialmente después de una gran sequía, por lo que sus efectos sobre
la vegetación y el suelo han sido estudiados por numerosos autores.
El Ingeniero Agrónomo Eduardo Martínez Carretero realizó una
investigación sobre las consecuencias del fuego en el sector pedemontano
localizado entre el río Mendoza y el Cordón de las Lajas, a una altitud que va
desde los 900 a
los 1.400 m .s.m...
El área está cubierta por una estepa arbustiva muy degradada por la acción
directa de la población urbana, a la sazón, la ciudad de Mendoza a 750 m .s.m., ubicada a seis
kilómetros, al este.
Los suelos son litosoles sedimentarios formados por gravas y arena con
una capa calcárea a 0,35 cm .
de profundidad que impide la percolación del agua.
Este ecosistema se desarrolla sobre una peniplanicie con una pendiente
general noroeste-sureste, del 8 al 10%, disectada por numerosos cañadones de
hasta 50 mts de profundidad.
Las concentradas y violentas lluvias veraniegas provocan fuertes flujos
de agua y barro (aluviones), que escurren rápidamente hacia el este, inundando
la capital de Mendoza. Esto se agrava aún más con las sucesivas
degradaciones de la vegetación.
Se estudió el efecto de los incendios en el interfluvio y en las laderas
de los desagües, en forma separada.
En el primero, la cobertura vegetal del área testigo o, no quemada, era
del 91,7 %. En el área quemada, a los 30 días del incendio, la cobertura era
del 35 %, a los 6 meses del 40% y al año, del 75,9 %.
Por otra parte, el suelo removido, en las áreas quemadas era de 141,498
tn/ha/año y para las no quemadas, de 92,99.
Así mismo, en las laderas quemadas, el suelo removido era de 154
tn/ha/año, mientras que en las no quemadas, de 78.
Luego del incendio, el suelo quedó cubierto por una capa de cenizas de
espesor variable, 2,5 cm .
de promedio. A los treinta días, el análisis del suelo indicó una gran pérdida
de sales solubles especialmente de sodio. Esta disminución más el aporte de
agua por las lluvias, favoreció tanto la germinación de semillas como el
rebrote de las especies perennes.
En las laderas, la cobertura del testigo era del 69,4 % En el sector
quemado, a los 30 días, alcanzaba a 30,4 %; a los 6 meses el 41,7 % y al año,
el 70 %, es decir recuperada al estado anterior al fuego.
En la planicie (parte más húmeda del área), los arbustos rebrotan más y
se recuperan rápidamente. Lo mismo ocurre con el estrato herbáceo, cuya
recuperación es continua.
Por otro lado, en las laderas, la regeneración del estrato leñoso es
progresiva como así también ocurre con el herbáceo. El mantillo vegetal se
pierde en épocas lluviosas y, luego fuera de estas épocas, es retenido,
incrementando su valor de cobertura.
En general, hubo pocas diferencias entre la composición florística del
área testigo y la quemada, luego de la recuperación.
Las cactáceas desaparecen todas excepto Tephrocactus ovatus que
posee una raíz tuberosa capaz de emitir brotes del cuello.
Los herbáceos y las leñosas sobreviven en distintos grados al fuego.
Entre los herbáceos, Lecanophora heterophylla, presenta renuevos
a nivel de cuello, las cespitosas (Stipa eriostachya) dominantes en el
estrato herbáceo del matorral, se recuperan mediante rebrotes de sus yemas
ubicadas debajo de la superficie del suelo.
Entre las leñosas, rebrotan del cuello: Schinus polygamus, Lycium
chilense, Proustia cuneifolia, Salvia gilliesii, Ephedra triandra.
En cambio, Eupatorium boniifolium y E. patens desaparecen o son
de lenta recuperación.
Acantholippia
seriphioides, a un año de la quema, no observó recuperación. Este hecho no
sucedió en los resultados de las investigaciones de otros autores, pues se
recuperó rápidamente.
Inmediatamente después del incendio, y luego de una lluvia, aparecen las
terófitas, luego las herbáceas cespitosas y por último, las leñosas. Por ello
es que la fisonomía del área quemada pasa de un matorral semi-quemado a un
pastizal y posteriormente, recupera su estado original.
Como conclusión, se observó que, a pesar de la destrucción total de la
cubierta vegetal por el fuego, cuando las precipitaciones son favorables, se
logra un alto grado de recuperación, siendo las especies herbáceas heliófilas
las que lo hacen con mayor rapidez. (Martínez Carretero, 1983).
Posteriormente el mismo autor realizó un trabajo de investigación sobre
los incendios en los pastizales disclimáxicos en la Quebrada de
Villavicencio, Las Heras, 1984,
a 50 Km .
al noroeste de la capital mendocina.
En este sector existen pastizales en contacto con el matorral, en los
cuales se encuentran restos quemados de especies leñosas, algunas con rebrotes.
Índice de que es un área donde ocurren incendios en forma frecuente.
La presencia de estos pastizales indujo a pensar en el origen secundario
de los mismos.
Hay que destacar que esta quebrada posee dos pisos de vegetación: uno
inferior, entre los 1.300-1.800
m .s.m., más cálido y seco, con una precipitación media
anual de 180-200 mm
y, otro superior, entre los 1.800-2.500 m .s.m., más frío y húmedo con
precipitaciones medias anuales de 260 mm .
En el primer piso domina Larrea divaricata que forma un matorral
semicerrado, con una cobertura media del 65-70% y con 2-3 estratos, acompañada
de otras leñosas. En el estrato herbáceo Stipa eriostachya es la de
mayor cobertura. Se encuentran además cactáceas del género Opuntia, Trichocereus,
Tephrocactus, Cereus, etc. Al producirse el incendio, las cactáceas
desaparecen excepto T. bolivianus y C. aethiops que rebrotan del cuello,
ambas poseen una raíz tuberosa muy grande.
Cuando suceden varios incendios periódicos en una misma área, las
leñosas mueren y desaparecen quedando las cespitosas como dominantes con
algunas herbáceas que se instalan y las acompañan. En ese momento, la cobertura
es del 95 al 100%. En este primer piso el pastizal es dominado por Stipa
eriostachya.
Lippia turbinata, especie heliófila y Solanun eleagnifolium var.
leprosum, que posee raíces gemíferas, son favorecidas por el fuego
comportándose como características del pastizal.
En el segundo piso de vegetación, el matorral es dominado por Colliguaja
integerrima, acompañada por Baccharis calliprimos, Diostea scoparia,
Berberis gervilleana, Rosa sícula, etc., y en el estrato inferior,
herbáceo, Stipa tenuissima y la terófita Verbascum thapsus,
principalmente.
Aquí los fuegos juegan un papel idéntico, permitiendo el desarrollo del
pastizal dominado por S. tenuissima acompañada por herbáceas como S. verbenacea, Halimolobus sp., Stipa
tenius, etc.
Este pastizal es usado para pastoreo por encontrar especies como Taraxacum
officinalis, Medicago lupulina y otras nitrófilas.
Cuando en el pastizal transcurre un
lapso de tiempo más o menos largo sin que actúe el fuego, aparecen algunas
leñosas principalmente de semillas que reinvaden el área, comportándose como
pioneras y tendiendo a revertir el proceso.
Como conclusión, basados en los estudios fitosociológicos y en análisis
matemáticos de ambos pisos de vegetación, se puede afirmar que, cuando el
matorral es quemado en forma reiterada, se modifica la estructura con pérdida
de estratos, pasando el área a ser dominada por un pastizal denso de Stipa
eriostachya o Stipa tenuissima según sea el piso.
Debe además tenerse en cuenta la labilidad de estos ecosistemas pues, de
continuar los fuegos, se favorece la erosión y se tiende rápidamente al suelo
desnudo. El uso de estos pastizales con pastoreos no controlados intensifica
aún más los procesos erosivos con una fuerte degradación de los suelos y de los
mismos pastizales.
El aire se torna
irrespirable, el cielo se oscurece y la
gente se enferma. Como se puede apreciar, los incendios afectan al aire,
a las plantas, los animales, a los seres
humanos. Nada queda excluido. Dos personas murieron calcinadas y dos
desaparecidas tras los incendios en el límite con la provincia de San Luís;
muchas quedaron sin su ganado, sin sus casas, sin el patrimonio obtenido por su esforzado
trabajo de toda la vida. Esto debería hacernos reflexionar sobre la
peligrosidad de los descuidos y la torpeza de la intencionalidad de los mismos.
Tomemos conciencia y ayudemos a los demás a no quemar nuestro entorno.
Publicado en el libro “Educar para Actuar,
Actuar para Educar” de Codes, M.I., Robledo, S. y Alessandro, MB, en Mendoza, Ed. SeCyTP, FFyL, Geografía, UNCuyo. Año 2005
No hay comentarios:
Publicar un comentario