jueves, 13 de febrero de 2014

EFECTOS DE LOS INCENDIOS: LAS LLAMAS SE DEVORAN SERES VIVOS Y DEJAN SU HUELLA EN EL CIELO

Moira Alessandro
        Los incendios forestales son frecuentes  especialmente después de una gran sequía, por lo que sus efectos sobre la vegetación y el suelo han sido estudiados por numerosos autores.
         El Ingeniero Agrónomo Eduardo Martínez Carretero realizó una investigación sobre las consecuencias del fuego en el sector pedemontano localizado entre el río Mendoza y el Cordón de las Lajas, a una altitud que va desde los 900 a los 1.400 m.s.m... El área está cubierta por una estepa arbustiva muy degradada por la acción directa de la población urbana, a la sazón, la ciudad de Mendoza a 750 m.s.m., ubicada a seis kilómetros, al este. 
         Los suelos son litosoles sedimentarios formados por gravas y arena con una capa calcárea a 0,35 cm. de profundidad que impide la percolación del agua.
         Este ecosistema se desarrolla sobre una peniplanicie con una pendiente general noroeste-sureste, del 8 al 10%, disectada por numerosos cañadones de hasta 50 mts de profundidad.
         Las concentradas y violentas lluvias veraniegas provocan fuertes flujos de agua y barro (aluviones), que escurren rápidamente hacia el este, inundando la capital de Mendoza. Esto se agrava aún más con las sucesivas degradaciones  de la vegetación.
         Se estudió el efecto de los incendios en el interfluvio y en las laderas de los desagües, en forma separada.
         En el primero, la cobertura vegetal del área testigo o, no quemada, era del 91,7 %. En el área quemada, a los 30 días del incendio, la cobertura era del 35 %, a los 6 meses del 40% y al año, del 75,9 %.
         Por otra parte, el suelo removido, en las áreas quemadas era de 141,498 tn/ha/año y para las no quemadas, de 92,99.
         Así mismo, en las laderas quemadas, el suelo removido era de 154 tn/ha/año, mientras que en las no quemadas, de 78.
         Luego del incendio, el suelo quedó cubierto por una capa de cenizas de espesor variable, 2,5 cm. de promedio. A los treinta días, el análisis del suelo indicó una gran pérdida de sales solubles especialmente de sodio. Esta disminución más el aporte de agua por las lluvias, favoreció tanto la germinación de semillas como el rebrote de las especies perennes.
         En las laderas, la cobertura del testigo era del 69,4 % En el sector quemado, a los 30 días, alcanzaba a 30,4 %; a los 6 meses el 41,7 % y al año, el 70 %, es decir recuperada al estado anterior al fuego.
         En la planicie (parte más húmeda del área), los arbustos rebrotan más y se recuperan rápidamente. Lo mismo ocurre con el estrato herbáceo, cuya recuperación es continua.
         Por otro lado, en las laderas, la regeneración del estrato leñoso es progresiva como así también ocurre con el herbáceo. El mantillo vegetal se pierde en épocas lluviosas y, luego fuera de estas épocas, es retenido, incrementando su valor de cobertura.
         En general, hubo pocas diferencias entre la composición florística del área testigo y la quemada, luego de la recuperación.
        Las cactáceas desaparecen todas excepto Tephrocactus ovatus que posee una raíz tuberosa capaz de emitir brotes del cuello.
         Los herbáceos y las leñosas sobreviven en distintos grados al fuego.
         Entre los herbáceos, Lecanophora heterophylla, presenta renuevos a nivel de cuello, las cespitosas (Stipa eriostachya) dominantes en el estrato herbáceo del matorral, se recuperan mediante rebrotes de sus yemas ubicadas debajo de la superficie del suelo.
         Entre las leñosas, rebrotan del cuello: Schinus polygamus, Lycium chilense, Proustia cuneifolia, Salvia gilliesii, Ephedra triandra.
         En cambio, Eupatorium boniifolium y E. patens desaparecen o son de lenta recuperación.
         Acantholippia seriphioides, a un año de la quema, no observó recuperación. Este hecho no sucedió en los resultados de las investigaciones de otros autores, pues se recuperó rápidamente.
         Inmediatamente después del incendio, y luego de una lluvia, aparecen las terófitas, luego las herbáceas cespitosas y por último, las leñosas. Por ello es que la fisonomía del área quemada pasa de un matorral semi-quemado a un pastizal y posteriormente, recupera su estado original.
         Como conclusión, se observó que, a pesar de la destrucción total de la cubierta vegetal por el fuego, cuando las precipitaciones son favorables, se logra un alto grado de recuperación, siendo las especies herbáceas heliófilas las que lo hacen con mayor rapidez. (Martínez Carretero, 1983).
         Posteriormente el mismo autor realizó un trabajo de investigación sobre los incendios en los pastizales disclimáxicos en la Quebrada de Villavicencio, Las Heras, 1984, a 50 Km. al noroeste de la capital mendocina.
         En este sector existen pastizales en contacto con el matorral, en los cuales se encuentran restos quemados de especies leñosas, algunas con rebrotes. Índice de que es un área donde ocurren incendios en forma frecuente.
         La presencia de estos pastizales indujo a pensar en el origen secundario de los mismos.
         Hay que destacar que esta quebrada posee dos pisos de vegetación: uno inferior, entre los 1.300-1.800 m.s.m., más cálido y seco, con una precipitación media anual de 180-200 mm y, otro superior, entre los 1.800-2.500 m.s.m., más frío y húmedo con precipitaciones medias anuales de 260 mm.
         En el primer piso domina Larrea divaricata que forma un matorral semicerrado, con una cobertura media del 65-70% y con 2-3 estratos, acompañada de otras leñosas. En el estrato herbáceo Stipa eriostachya es la de mayor cobertura. Se encuentran además cactáceas del género Opuntia, Trichocereus, Tephrocactus, Cereus, etc. Al producirse el incendio, las cactáceas desaparecen excepto T. bolivianus y C. aethiops que rebrotan del cuello, ambas poseen una raíz tuberosa muy grande.
         Cuando suceden varios incendios periódicos en una misma área, las leñosas mueren y desaparecen quedando las cespitosas como dominantes con algunas herbáceas que se instalan y las acompañan. En ese momento, la cobertura es del 95 al 100%. En este primer piso el pastizal es dominado por Stipa eriostachya.
         Lippia turbinata, especie heliófila y Solanun eleagnifolium var. leprosum, que posee raíces gemíferas, son favorecidas por el fuego comportándose como características del pastizal.
         En el segundo piso de vegetación, el matorral es dominado por Colliguaja integerrima, acompañada por Baccharis calliprimos, Diostea scoparia, Berberis gervilleana, Rosa sícula, etc., y en el estrato inferior, herbáceo, Stipa tenuissima y la terófita Verbascum thapsus, principalmente.
         Aquí los fuegos juegan un papel idéntico, permitiendo el desarrollo del pastizal dominado por S. tenuissima acompañada por herbáceas como S. verbenacea, Halimolobus sp., Stipa tenius, etc.
         Este pastizal es usado para pastoreo por encontrar especies como Taraxacum officinalis, Medicago lupulina y otras nitrófilas.
             Cuando en el pastizal transcurre un lapso de tiempo más o menos largo sin que actúe el fuego, aparecen algunas leñosas principalmente de semillas que reinvaden el área, comportándose como pioneras y tendiendo a revertir el proceso.
             Como conclusión, basados en los estudios fitosociológicos y en análisis matemáticos de ambos pisos de vegetación, se puede afirmar que, cuando el matorral es quemado en forma reiterada, se modifica la estructura con pérdida de estratos, pasando el área a ser dominada por un pastizal denso de Stipa eriostachya o Stipa tenuissima según sea el piso.
             Debe además tenerse en cuenta la labilidad de estos ecosistemas pues, de continuar los fuegos, se favorece la erosión y se tiende rápidamente al suelo desnudo. El uso de estos pastizales con pastoreos no controlados intensifica aún más los procesos erosivos con una fuerte degradación de los suelos y de los mismos pastizales.
          El aire se torna irrespirable, el cielo se oscurece y la  gente se enferma. Como se puede apreciar, los incendios afectan al aire, a las plantas, los animales, a los  seres humanos. Nada queda excluido. Dos personas murieron calcinadas y dos desaparecidas tras los incendios en el límite con la provincia de San Luís; muchas quedaron sin su ganado, sin sus casas, sin  el patrimonio obtenido por su esforzado trabajo de toda la vida. Esto debería hacernos reflexionar sobre la peligrosidad de los descuidos y la torpeza de la intencionalidad de los mismos. Tomemos conciencia y ayudemos a los demás a no quemar nuestro entorno.


Publicado en el libro “Educar para Actuar, Actuar para Educar” de Codes, M.I., Robledo, S. y Alessandro, MB,  en Mendoza, Ed.  SeCyTP, FFyL, Geografía,  UNCuyo. Año 2005

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